martes, 21 de octubre de 2014

Salmos 78

Salmos 78
1 Pueblo mío, escucha mis enseñanzas; inclina tu oído a las palabras de mi boca.
2 Abriré mi boca y diré proverbios; hablaré de los misterios de tiempos pasados, 3 de cosas que ya hemos oído y que conocemos porque nuestros padres nos las contaron.
4 No las mantendremos ocultas a nuestros hijos, sino que diremos a las generaciones futuras que el Señor es digno de alabanza por su poder y por sus hechos portentosos.
5 El Señor estableció su ley para Jacob; le entregó sus enseñanzas a Israel, y ordenó a nuestros padres que nos las enseñaran, 6 para que las conociera la generación futura, los hijos que nos habrían de nacer, y ellos a su vez las contaran a sus hijos, 7 para que pusieran en Dios su confianza y no se olvidaran de sus grandes hechos; para que obedecieran sus mandamientos, 8 y no fueran como sus padres, gente rebelde y desobediente, gente que no entrega a Dios su corazón, y cuyo espíritu no le es fiel.
9 Los efraimitas, arqueros armados, volvieron la espalda en el día de la batalla.
10 No cumplieron con el pacto de Dios, ni quisieron ceñirse a su ley; 11 más bien, se olvidaron de sus obras, y de las maravillas que les había mostrado.
12 Allá en Egipto, en el campo de Soán, Dios hizo maravillas a los ojos de sus padres.
13 Partió el mar en dos, y los hizo pasar, conteniendo las aguas como dos murallas.
14 Durante el día los guiaba con una nube, y durante la noche con un resplandor de fuego.
15 En el desierto hendió las peñas, y les dio a beber agua de los grandes abismos: 16 ¡de la peña hizo brotar corrientes, y las aguas fluyeron como ríos!
17 Pero ellos volvieron a pecar contra Dios; en el desierto se rebelaron contra el Altísimo.
18 Decidieron poner a prueba a Dios y pidieron comida a su antojo.
19 Hablaron en contra de Dios, y dijeron:
«¿Podrá Dios tendernos una mesa en el desierto?
20 Hemos visto que hirió la peña, y que brotaron aguas, y que en torrentes inundaron la tierra, ¿pero podrá también darnos pan?, ¿Podrá darle carne a su pueblo?»
21 Cuando el Señor oyó esto, se indignó, y su furor se encendió contra Jacob, como un fuego; su furor se encendió contra Israel, 22 porque no tuvieron fe en Dios, ni confiaron en que él podía salvarlos.
23 Sin embargo, dio órdenes a las nubes, y abrió las compuertas de los cielos, 24 y como lluvia dejó caer sobre ellos el maná; ¡les dio a comer el trigo de los cielos!
25 ¡Los mortales comieron pan angelical!, ¡Dios les envió comida hasta saciarlos!
26 Cambió la dirección del viento del este, y con su poder hizo venir el viento del sur, 27 y cayó sobre ellos carne como lluvia; ¡llovieron tantas aves como arena hay en el mar!
28 Dios las dejó caer en el campamento, y en los alrededores de sus tiendas, 29 y ellos comieron y quedaron saciados, pues Dios satisfizo su apetito.
30 Pero aun no habían calmado su hambre; aún tenían la comida en la boca, 31 cuando el furor de Dios vino sobre ellos y acabó con sus hombres más robustos; ¡Dios derribó a los mejores israelitas!
32 A pesar de todo, ellos siguieron pecando y no dieron crédito a sus grandes hechos.
33 Por eso Dios puso fin a sus días, ¡y en un soplo les quitó la vida!
34 Si Dios los hacía morir, ellos lo buscaban y con gran diligencia se volvían a él; 35 ¡se acordaban de que Dios era su refugio, de que el Dios Altísimo era su redentor!
36 Pero con los labios lo adulaban, y con la lengua le mentían.
37 En el fondo, nunca fueron rectos con él, ni se mantuvieron fieles a su pacto.
38 Dios, en su bondad, les perdonaba su maldad; más de una vez contuvo su enojo, calmó su ira y no los destruyó.
39 Se acordó de que eran mortales, ¡un simple soplo que se va y no vuelve!
40 ¡Cuántas veces lo desobedecieron en el desierto!, ¡Cuántas veces lo hicieron enojar en el yermo!
41 ¡Una y otra vez ponían a prueba a Dios!, ¡Provocaban al Santo de Israel!
42 No traían a la memoria su poder, ni el día en que él los libró de la angustia, 43 cuando realizó en Egipto sus señales, y sus maravillas en el campo de Soán; 44 cuando convirtió en sangre sus ríos y sus corrientes, para que no bebieran.
45 Les mandó enjambres de moscas, que los devoraban, y también ranas, que los destruían; 46 dejó que la oruga y la langosta destruyera el fruto de su trabajo.
47 Con granizo destruyó sus viñas, y con escarcha acabó con sus higueras.
48 Con granizo hizo estragos en sus ganados, y con sus rayos acabó con sus animales.
49 Descargó sobre ellos el ardor de su ira; los angustió con su enojo y su indignación, ¡con un ejército de ángeles destructores!
50 Le abrió paso a su furor y no les salvó la vida, sino que los entregó a la muerte.
51 En Egipto, en los campamentos de Cam, les quitó la vida a todos los primogénitos, a los primeros frutos de su vigor.
52 Dios hizo que su pueblo saliera como ovejas, y como un rebaño los llevó por el desierto; 53 con mano segura los fue llevando, para que no tuvieran ningún temor, mientras que el mar cubrió a sus enemigos.
54 Y los trajo a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó con su mano derecha.
55 Expulsó a las naciones de la presencia de su pueblo, repartió en sorteo las tierras que les dio en propiedad, y permitió que las tribus de Israel se asentaran allí.
56 Pero ellos pusieron a prueba al Dios Altísimo; lo hicieron enojar y no obedecieron sus decretos.
57 Hicieron lo que sus padres, y se rebelaron contra él; ¡se torcieron como un arco engañoso!
58 Lo hicieron enojar con sus lugares altos; lo provocaron a celo con sus imágenes talladas.
59 Cuando Dios lo supo, se enojó y rechazó por completo a Israel.
60 Se alejó del tabernáculo de Silo, de su lugar de residencia terrenal, 61 y dejó caer en manos del enemigo el símbolo de su gloria y su poder.
62 Fue tanto su enojo contra su pueblo que los dejó caer a filo de espada.
63 Sus jóvenes fueron devorados por el fuego; sus doncellas no llegaron a oír cantos nupciales.
64 Sus sacerdotes cayeron a filo de espada, y sus viudas no lamentaron su muerte.
65 Pero el Señor despertó como de un sueño, y gritando como un guerrero que ha tomado vino, 66 hirió a sus enemigos y los puso en fuga; ¡los dejó avergonzados para siempre!
67 Desechó los campamentos de José, y no escogió a la tribu de Efraín, 68 sino que prefirió a la tribu de Judá y al monte Sión, que tanto ama.
69 Edificó su santuario semejante a las alturas, y semejante a la tierra, que afirmó para siempre.
70 Eligió a su siervo David, al que tomó de los rebaños de ovejas;
71 David cuidaba a las ovejas recién paridas, pero Dios lo puso a cuidar de su pueblo Israel, de Jacob, que es su heredad.
72 Y David cuidó de ellos con todo el corazón; con gran pericia los guió como a un rebaño.

LA OBRA DE DIOS EN ISRAEL
1.       El legado de la ley de Dios (v.1-8; 67-72)
Dios entregó su ley a Israel para que no se pierdan sino para que le obedezcan y no sean rebeldes como sus padres. Y sigan el ejemplo de David, quien fue obediente y guió a Israel con todo su corazón.
Preg.Aplic.: ¿Estoy guardando y obedeciendo los mandamientos de Dios?, ¿me estoy conduciendo en temor ante el Señor?, ¿mi vida está encaminada en la voluntad de Dios?
2.       La rebeldía de Israel  y la misericordia de Dios (v.9-66)
A pesar de las maravillas que hizo Dios en Egipto y como los libró, Israel se rebeló al Señor, pero tuvo misericordia y les proveyó alimentos. Cuando se rebelaban Dios les castigaba, pero ellos se humillaban y el Señor volvía a perdonarles. Israel fue muy inestable olvidando lo que hizo Dios al protegerlos y al darles su herencia persistiendo en su rebeldía el Señor tuvo que disciplinarlos.
Preg.Aplic.: ¿Estoy olvidando de donde Dios me sacó?, ¿estoy siendo malagradecido con la provición del Señor?, ¿hay en mi vida estabilidad o inestabilidad en mi fe?, ¿estoy sufriendo la disciplina de Dios por causa de mi rebeldía?, ¿estoy dispuesto a humillarme y volver al Señor?

Oremos,

Pedro A. Torres Guzmán
Equipo AATC


No hay comentarios:

Publicar un comentario