sábado, 27 de septiembre de 2014

Salmos 55

Salmos 55
1 Dios mío, ¡escucha mi oración!. No te escondas; ¡atiende mi súplica!
2 Préstame atención; ¡respóndeme!. En mi oración clamo a ti, y me conmuevo 3 por las amenazas de mis enemigos, por la opresión de los malvados.
Sobre mí han descargado su iniquidad, y furiosos me persiguen.
4 Dentro de mí, el corazón me duele; sobre mí han caído terrores de muerte.
5 Me ha sobrevenido un terrible temblor, y estoy temblando de miedo.
6 ¡Cómo quisiera tener alas de paloma!, ¡Así podría volar, y descansaría!
7 ¡Me escaparía muy lejos de aquí, y me quedaría a vivir en el desierto!
8 ¡Presuroso escaparía del viento borrascoso!, ¡Huiría de la tempestad!
9 ¡Destrúyelos, Señor!, ¡Confunde su lengua!, ¡En la ciudad sólo veo violencia y rencillas, 10 que día y noche rodean sus murallas!.
En su interior sólo hay iniquidad y violencia; 11 en su interior sólo hay continua maldad; el fraude y el engaño no se apartan de sus calles.
12 No me ha ofendido un enemigo, lo cual yo podría tolerar; tampoco me ha atacado quien me aborrece, pues de él podría haberme escondido.
13 ¡Has sido tú, que parecías ser mi amigo, mi compañero, mi hermano del alma!
14 Tú y yo compartíamos dulces secretos, y juntos andábamos por la casa de Dios.
15 ¡Que la muerte sorprenda a mis enemigos!, ¡Que desciendan vivos al sepulcro,
porque en ellos y en sus casas hay maldad!
16 Por mi parte, yo clamaré a Dios; ¡el Señor vendrá a salvarme!
17 En la tarde, en la mañana, al mediodía, clamaré a Dios, y él oirá mi voz; 18 me salvará de la guerra desatada contra mí, y me hará vivir en paz, aun cuando sean muchos los que me ataquen.
19 Dios me oirá, y los humillará, pues él es el Rey eterno.
Puesto que esos malvados no cambian, ni dan muestras de temer a Dios, 20 violan su pacto y extienden la mano contra los que están en paz con ellos.
21 Sus palabras son suaves, como mantequilla, pero en su corazón se libra una batalla.
Sus palabras son suaves, como el aceite, pero en realidad son espadas desnudas.
22 Tú, deja tus pesares en las manos del Señor, y el Señor te mantendrá firme; el Señor no deja a sus fieles caídos para siempre.
23 Y tú, Dios mío, ¡haz que esa gente descienda al profundo pozo de la perdición!
¡Esa gente sanguinaria y mentirosa no llegará a la mitad de su vida!
Pero yo, siempre confiaré en ti.

LA JUSTICIA DE DIOS
1.       El clamor del salmista (v.1-8; 16-18; 22)
El salmista pide que Dios escuche y atienda su súplica. Clama a Dios ante las amenazas de los enemigos y está lleno de miedo y con ganas de huir. De todos modos, decide clamar a Dios y esperar en su salvación y confiar en la firmeza de Dios.
Preg.Aplic.: ¿Estoy buscando y clamando a Dios?, ¿estoy confiando en la paz de Dios y esperando la guía y salvación de Dios?
2.       La búsqueda de la justicia de Dios (v. 9-15; 19-21; 23)
El salmista eleva una oración imprecatoria de la justicia de Dios para con los malvados. Ha recibido la traición de su mejor amigo. Confía en que Dios obrará su justicia ante los malos engañadores que no se quieren arrepentir ni acercarse a Dios.
Preg.Aplic.: ¿Más que quejarme y buscar mi propia justicia estoy confiando y dependiendo de la justicia de Dios?


Oremos,

Pedro A. Torres Guzmán
Equipo AATC



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